Haches

K: Hey H! Hola. Hoy hay humo helado. Hay hermoso horizonte. Hahaha

H: Hoy heme humano, haremos historia hurgando hacinados hoyos humeantes, hasta hermosos horizontes!

K: Has hecho hechizantes hendiduras hortelanas, Hans. Has hilvanado hábilmente huellas heterogéneas, heraldo hermano.

H: Hasta hoy, hilaba historias homogéneas...Hasta hoy hacías hendiduras hábilmente, hermosa. Halagos he hecho.

[ H + K ]

A Vio

Violeta nació un jueves como muchas otras cosas en el mundo. Convivió como idea dentro de todos los retazos de papel que archivaba yo en mi cabeza y -sin querer- fue expuesta a muchos de mis torpes doblecez. No fue nada fácil traerte al mundo beibi. Eres de un papel bien difícil.

Tú y yo tenemos la esperanza de empapelar nuestras vidas simples con recuerdos apuntados apresuradamente en pedazos de papel. Así, no importa, a la volada. ¡No importa! Un boleto de combi también sirve, hijita. Apúntalos rápido, pero conserva la idea. Búsca un lugarcito en tu corazón de rana y guárdalos, no importa, en desorden.

Pero tenlos a la mano, eso sí. Así, uno a uno brotará por tu cuerpo (de rana) cada vez que viajes sola por el mundo y viajes -sola también- por tu mundo. Entonces verás que nunca viajaste tan sola como tú o tus recuerdos creían.

Y con los viajes tendrás más recuerdos apuntados (a la volada, otra vez) y tu corazoncito (de rana, otra vez) se hinchará de taaanto y taanto cuento que se puede contar.

Y se hinchará y se hinchará...más rápido cuando recuerdes más y más lento cuando te detengas a observar detenidamente esos recuerdos.Y a eso la gente le llama respirar.

Pero tú ya sabes la verdad.

[ H ]

.Hoy dependo de esta canción:

"Feliz cumpleaños Makarronesh"

Esta es una presentación en Power Point que hice por el cumpleaños de mi hermano Mc Neils.

La canción que escogí para el fondo es "Fuel" de Metallica, interpretada -esta vez- por la banda Iron Horse, con su peculiar estilo Bluegrass.

Enjoy!




[ H ]

Pequeña Saga: Armando

Armando:

Durante el tiempo que caminó con nosotros, Armando fue mucho más que un padre para todos. Digamos que los pingüinos aún necesitamos hablarle de cuando en cuando para sentirnos guiados. No importa de que, simplemente hablarle. Él siempre les responde a todos.

Armando tuvo una sola cría en su vida, y fue varoncita. ¡Oh! La felicidad de Armando no cabía en su metro y medio de estatura. Bastó que se viera, un instante, en los ojos de su pequeña, para hacerle una promesa. La promesa de acompañarla en su camino siempre.

Día y noche, en el frío y en el frío extremo (porque, sepan que los pingüinos no conocen otro clima) Armando andaba con su pequeña Inés. Le sujetaba la aletita al caminar y le narraba increíbles historias antes de dormir; historias de pingüinos fuertes, grandes y valientes. Historias de viajes y de aventuras. Historias de pingüinos que ayudaban a otros pingüinos a seguir ayudando a otros pingüinos, que a su vez, ayudaban a otros pingüinos a seguir ayudando a otros pingüinos y etcétera con viceversa.

Le contaba -y le explicaba sobretodo- que los pingüinos eran como un círculo inmenso; y cada vez que un huevo se abría y dejaba ver la cabecita pelada tembleque del que sería un nuevo hermano, ellos, en vez de apuntar un número más en sus registros civiles, le tomaban de la mano y agrandaban más el círculo. La fascinada y pequeña Inés soñaba con emprender su propia aventura.

Cuando la -ya no tan- pequeña Inés cumplió 15 años, los pingüinos escogieron a Armando como espíritu protector. Nada de miedo, por supuesto, sólo que ahora podía estar con todos sus hermanos a la vez. Tampoco subió a los cielos ni nada por el estilo, sino que andaba por ahí, viendo en que podía ayudarlos; y más que nada les enseñaba que la dificultad de un pingüino, era la dificultad de todos.

La -aún no tan- grande Inesita estaba orgullosísima.

¿Continuará?...

H.

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Hoy le tocó al gran Elliott Smith ambientar esta alcoba:

Elliott Smith: Miss Misery


Pequeña Saga: Yaku

Esta es una pequeña saga de 4 historias de 4 pingüinos que hice hace mucho para una empresa.

Nunca terminamos de negociar, así que nunca terminé ni entregué la saga, pero he aquí 1 de los 4 bocetos:

Yaku:

Uno siempre se anda preguntando un montón de cosas. Nos pasamos toda la vida buscando algún ¿por qué?

La pequeña Yaku lo hace, y; se diría que bastante.

Desde el día que abrió su huevo y le entregó su primer soplo de vida a una brisa fresca que pasaba por ahí, quiso comprender que era eso que sentía aquí dentro de su pecho, algo que le hablaba sin palabras y le decía que estaba viva. Algo que hacía ¡pum! ¡pum! y todo; y que alguien le dijo que se llamaba Corazón.

Ella es un pequeño pingüino rey, y no mide más de 70 centímetros, tamaño que -seamos sinceros- es, muchas veces, una desventaja.

Pero no, ella tiene un espíritu inquieto, un espíritu de conocer tanto las cosas, un espíritu que siempre la ayuda en su faena investigativa. Yaku anda siempre de allá para más allá, nunca por acá.

¿Continuará?...

H.

***********

Tudei: Mypollux - Jeu

Mypollux: Jeu

En bus

Mi muy querida Saadia:

A veces, cuando escribo, siento que me voy a perder en el camino. Nunca tengo muy claras las palabras ni los verbos, ni la prosa ni la sensatez.

Hoy siento un poco de eso. Tengo muy claro lo que quiero decir, pero no sé si lo pueda hacer con las palabras correctas. O en el orden correcto en el mejor de los casos. En fin, ya me dirás.

***

He sonreído por muchas cosas este ciclo. No sé si más de lo que debería, pero sí más de lo que acostumbro.

Y tú has sido uno de los más grandes motivos.

Empecé confundiéndote, lo admito. Nunca he sido muy bueno para recordar nombres. Admito esto también. Pero creo que fue a partir de la primera vez que nos fuimos juntos, que mientras conversábamos, pensé: “Esto sería bonito de recordar”.

Y, sí. Todo a sido así desde entonces.

***

Apretujados, acalorados, cansados y “apegados”, gran parte de nuestro tiempo se escurrió entre veintiochos, treinta y cincos y cuarentas; y un par de otros números que no recuerdo ahora, pero que me hicieron descubrir que el único Frugelé que te gusta invitar es el de Frutilla. Esta es una de las cosas que más voy a extrañar: tu voracidad al estar frente a estas pequeñas gomitas espolvoreadas. Pero además, para que lo sepas, voy a extrañar mucho más que eso. Por ejemplo, voy a extrañar decirte vaca preñada, fea, escandalosa, machista, chinche, chinchosa, espesa, etcétera, etcétera, etcétera, y más etcéteras. Voy a extrañar el hecho de que tú me digas (también) gran parte de ese séquito de sobrenombres. Voy a extrañar nuestras discusiones “omnibusescas”, donde siempre terminabas haciéndome un escándalo con eso de que: “¡y que todo el mundo se entere de que tú eres un…(y el adjetivo de turno).

También voy a extrañar esos almuerzos donde terminaba comiendo de tu plato, y tú, apurándome para llegar temprano a tu práctica de Filosofía de las 2. Voy a extrañar el tener que caminar 6 larguísimas cuadras demás todos los días, sólo para poder conversar un rato más contigo. Voy a extrañar el que te vistas tan linda y tan fresa, y el perfume con el que te sentías medio psíquica los jueves (del cual, por cierto, nunca supe el nombre). Voy a extrañar los días en los que pedías ayuda, y al final, tú terminabas haciendo casi nada. Voy a extrañar esas frases tan tuyas, que me parecería raro escuchárselas a otra persona. Voy a extrañar los cigarros que fumamos, y los deseos que pedí invirtiendo el primero de ellos. Voy a extrañar los pocos momentos en los que coincidimos musicalmente (que de verdad fueron pocos), y voy a extrañar el que te guste esa sustancia rojiza medio dulce llamada Ketchup (y sus derivados); y que la consumas en –casi- cantidades industriales.

¡Voy a extrañar el joderte tanto, Saadia! Voy a extrañar tus buenos ratos, tus reniegos y tus trabajos de investigación de última hora. Voy a extrañarte a ti, y todo lo que eres.

Eres increíble, Saadia. Eres una increíble mujer, y me apena que a veces ni tu misma sepas cuan maravillosa eres. Yo lo sospechaba al principio, pero somos un tanto diferentes que lo olvidé por un tiempo.

Pero te fui conociendo más y me fue gustando lo que veía. Me fuiste gustando toda tú.

Así.

Con todo. Con tus cosas buenas y tus cosas malas. Con tus frases, tus gustos acaramelados y tu grandiosa, dulce y atípica personalidad. Me fuiste gustando y me gustas ahora.

Te me apareciste de la manera más espontánea y me alegra que lo hayas hecho. Aprendí mucho de ti (y de mi) estos meses.

Espero, realmente, que te vaya bien allá. Yo sólo quiero que regreses completa.

Te voy a extrañar, Nazhim. Más de lo que pensaba. Desde aquí, te mando unos 28, 35 o 40 besos.

Los que quieras.

[H]

El sueño de la vela propia

Hace días, mientras dormitaba en el micro, soñé con una vela verde.

No tengo idea de que significa. Lo que sí sé es que tengo que conseguirme una vela verde.

***

Video que ambientó mi sistema hoy:

Damien Rice - Eskimo

Reflexiones del ñaño malo

30/06/08

Querida y (muy) deseada S:

Acabo de escribir la primera línea de una carta que no sé si terminaré. Y en el mejor de los casos, es decir, si la terminara, no estoy muy seguro si deba mostrártela. Aún no me siento cómodo desnudándome por escrito. Pero siento que debo, de alguna manera, manifestar todas las sensaciones y los pensamientos que tu repentina reaparición física ha provocado en mi sosegado sistema los últimos días. No conozco otra forma que escribiendo. No sé si bien o mal, pero me da la garantía de ser completamente sincero.

Cierro mis ojos y le resto 1994 a 2008 para confirmar, luego de un meticuloso artilugio matemático, que te conozco desde hace unos catorce años y medio. Toda una eternidad si consideramos mí (nuestra) edad.

A pesar de eso, tengo que confesarte que no te quise a primera vista. Mi primera conquista –por definirlo de alguna manera- fue una niña (aún) llamada Amada.
No quiero entrar en muchos detalles, por el simple hecho de que no los hay. Pero por los pocos recuerdos que me ofrece mi cabeza de ese, mi primer drama amoroso, puedo afirmar que me veo sentado en el patio de nuestro querido colegio (que muchas veces servía de tendedero improvisado de prendas íntimas) inclinando mi cuerpecito hacia adelante en un ángulo de 45° y -sopesando mi garganta sobre el hombro de la linda Amada- le susurraba al oído. Eso es todo. Esa era la única galantería que mi (¿aún?) paupérrima creatividad infantil me procuraba en ese momento.

Con esta niña no recuerdo más pasajes que este.

Contigo, en cambio, recuerdo las suficientes como para que te entretengas leyendo (si lo estás haciendo) un rato más.

*****************

Cuando llegaste a mi minúscula vida, lo hiciste furtivamente, sin aviso, sin reserva, con arrebato, de golpe y a la mala. Y de la nada, fuiste la causante de que mi presión arterial sufra de emoción por segunda vez.

Es verdad, tú me hiciste sucumbir a tus encantos infantiles, a tu coquetería inocentona de niña de jardín. Tú me diste el paquete completo de sentimientos, acciones, y demás chucherías que uno tiene que comprar cuando se enamora.

Me veo, por ejemplo, tratando de romperle la cara a mi buen amigo Mariano porque habló contigo más ratito que yo. O ganándome la confianza de tu (entonces) mejor amiga Paulette. Incluso, para ponerle la cereza a la torta, fuiste tú la culpable de que mis orugas estomacales evolucionen tan prematuramente y den sus primeros aleteos como mariposas (de esas que, desde la panza te indican, muy acertadamente, que la persona a la que miras o en la que piensas, te importa mucho más que como una simple amiga).

Pero como hablar (o escribir en mi caso) puede no ser suficiente prueba para ti, te pido que desempolves (si es que aún lo tienes) ese recuerdo de promoción en donde salimos todos juntos en una foto. Curiosamente, el niño que está detrás de ti, rebosa de felicidad. No puede contenerse. Obtener ese puesto para la foto le costó mucho esfuerzo, tuvo que pelearse con uñas, dientes (de leche) y hasta con dulces sobornos pagados en el transcurso de esos días. Eso y un poco de suerte.

Desde ese momento, cuando descubrí en ti, todo eso que me hacía pensar como niño grande, desee con todas mis fuerzas que tu boca y la mía se juntaran en el buen camino del Señor. O en cualquier camino por el que pudieran caminar juntas tomadas de la lengua.

Pero eso lo cuento más adelante.

Terminamos esos años como simples amigos, aunque yo me desviviera por ti, no recuerdo habértelo mencionado hasta después. En el último año, creo que tuvimos más manifestaciones emocionales, aunque no estoy muy seguro de eso. Recuerdo cosas vagas, como por ejemplo, que tu voto fuera el decisivo para que a mi se me engalardone con ese cordón huachafo que, en teoría, me colocaba como la autoridad estudiantil máxima de susodicha institución. O que fueras la única niña que llevara la falda más arriba de la rodilla (cosa que me parecía recontra excitante).

Aunque nada de esto se compara con lo sucedido el 22 de diciembre del año 2000.

Recuerdo la fecha muy bien, ¿quien no recuerda el día y la hora de su primer beso? Yo no apunté la hora, pero calculo que eran las 6 de la tarde. No recuerdo que demonios hacíamos a esa hora, supongo que esperando el fin de la (también) última reunión de mamás.

Como era prácticamente el último día en el que nos veríamos, no tuvimos mejor idea que celebrarlo a lo grande, practicando aventuradamente, el juego que nos demostraría que ya no éramos niños pequeños, sino mas bien, niños medianos: La muy ruca y popular botella borracha. Fue la primera y única vez que jugué contigo.

Caímos en la casa de nuestra amiga S, y como para emparejar la cosa, nos acompañó (de esto sí no estoy muy seguro) nuestro, anormalmente crecido, amigo A.
Empezamos la cosa muy tímidos, creo que las primeras órdenes fueron lamer el suelo o comer tierra. Sabíamos a donde teníamos que llegar, pero nadie daba el primer paso. Yo por mi parte, estaba dispuesto a rezar y cantar -mentalmente- todas las oraciones, salmos, glorias, santos, y aleluyas que fuesen necesarios para que –por intervención divina- alguno de nuestros compañeros infiriera sobre mi, el poder que le otorgaba la punta de la botella y me mandara a lanzarme sobre ti y estamparte un enorme beso de, por lo menos, un cuarto de minuto.

La hora avanzaba, y yo ya me estaba desesperando. Al punto tal que, si el pico de la botella me señalaba otra vez, carecería de escrúpulos y te mandaría a que me des ese precario beso que durante tanto tiempo esperé. Pero felizmente no tuve que hacerlo. Imagino que la angustia que me carcomía por dentro se reflejó de alguna manera en mi rostro, pues –bendita sea por eso- nuestra amiga S puso fin a mis plegarias secretas y me hizo el milagrito.

No tienes idea de la mezcla de emociones que me produjo la sentencia de S, mis mariposas se reventaban la cabeza contra mi abdomen, se mordían entre ellas, lloraban, saltaban. ¡Bien carajo! Por fin podría poner en práctica ese ritual que sólo había llevado a cabo con los espejos de mi casa, haciendo un movimiento oscilante con mi cabeza, cerrando los ojos, y lo más importante: imaginándote a ti como compañera circunstancial.

Bueno pues, ese momento se me hizo demasiado corto. A decir verdad, creo que tú no estabas del todo convencida con el beso. No lo sé, yo traté de hacer mi mejor esfuerzo. Pero cuando le das un primer beso a la mujer especial de tu vida, pues, lo normal es que te cagues de miedo ¿no?

Salí de ahí tan o más enredado que cuando llegué. Me fui a mi casa y lo medité. Hasta hoy lo medito mi querida S. Fuiste mi primer esbozo de mujer, y no sé porque demonios nunca llegamos a tener algo más que esos pequeños momentos esporádicos.

**************

Dos de esos momentos fueron en las vacaciones de verano. No tengo bien claro cual fue primero. Lo escribiré en el orden en el que creo que sucedió. Contigo y tu amiga Sol (más propicio no podía ser el nombre) nos fuimos una vez a Punta Negra. Todo era perfecto, el mar, la arena, la compañía. Hasta el día de hoy recuerdo que en la radio del carro de mi viejo, una tal Paulina Rubio vociferaba la letra de uno de sus hits del momento, algo así como que “tu química con mi piel hacen carga positiva”. Puag, no se lo volvería a tolerar. Si en ese momento lo hice, fue porque quería que tú y yo desarrolláramos esa intrincada fórmula de química sexual que pregonaba esa rubia delgaducha.

No lo hicimos. Muy por el contrario, en un arranque desesperado de conseguir tu atención, me adentré en el mar y traté de hacer gala de mi experiencia como nadador. Y dado que dicha experiencia no existía ni remotamente, el resultado fue que me quedara atracado en una roca luego de que el mar me hiciera volver a la realidad. Para acortar detalles, la roca que me cobijaba resultó tener conchas adheridas a su cuerpo. Así que aparte de regresar a la orilla avergonzado y con arena hasta en los calzoncillos, llegué con una fisura de 3 centímetros en mi muñeca izquierda. A pesar de mi animadversión por la sangre, te puedo asegurar que me dolió más el orgullo, así que, obviamente, mi cerebro se ha encargado de borrar -casi por completo- ese bochornoso capítulo.

Nuestro siguiente momento también se ambienta en la estación donde el sol rostiza cuerpos y obliga hasta al más sucio, a darse al menos una manito de gato. Ahí no tuvimos ninguna canción que conmemorara el momento; lo que sí tuvimos fue un paseo de camaradería con algunos amigos del colegio del que acabábamos de ser expectorados.

Fuimos a la “Laguna Azul” bajo la tutela de la mamá de nuestro agigantado compañero A. Yo había seguido dándote vueltas en mi cabeza todo ese verano, así que tenía que hacer algo. No podía dejar que te me escapes esta vez, no tenía bien claro que es lo que te diría, ni nada. No tenía nada, pero lo quería todo. Te quería a toditita tú, como sea que fuera. Así que después de un rato de nadar y serpentear por las aguas intoxicadas de cloro barato, te jalé para un costado y te pregunté algo tan repentino, que reemplazó a todo el discursito que había traído y que –lamentablemente- yacía mojado en mi traje de baño.

-“¿Aún te gusto?”- tartamudeé. No sé que diablos haría con la respuesta, tal vez la grabaría en mi cabeza y la colocaría junto a toditas la palabras tuyas que tengo almacenadas y enmarcadas en algún lugar de mis hemisferios cerebrales.

Tú sólo te animaste a asentir con la cabeza y te fuiste. Yo estaba embobado, huiste de ese rincón oscuro a donde te había invitado para que fueras mi Julieta de verano, mi damisela en bikini de dos piezas. Traté de perseguirte como reptil excitado, como si hubiera desarrollado un olfato tiburonesco y me ordenara, en ese momento, que te ataque. Si bien, no lo iba a hacer a mordiscos (aún no), algo tenía que hacer. Así que serpenteé hasta alcanzarte y te envolví con mi cuerpo, dispuesto a clavarte los colmillos.
¿Lo hice?, no lo sé, lamentablemente no recuerdo ese pedazo de la historia. Tal vez algún día en el que nos permitamos recordar todas estas cosas, me lo cuentes. Tal vez hasta armemos un poco mejor los episodios que te estoy contado ahora. Tal vez hasta me haya alucinado algunas cosas, y tú; toditita tú, serás la encargada de anunciármelo.

Después de ese paseo (donde terminé con el cabello tan dócil como el de un loco) yo daba por perdida la causa. No me quería aferrar a la idea de que no te vería en años. Aunque tampoco te voy a mentir, había otras cosas en mi cabeza, la alegría de buscar nuevo cole me llenaba uno que otro hueco emocional.

Y así fue, me inscribí, me compré mis útiles y me sentía todo un hombrecito grande yendo a estudiar a secundaria sin usar uniforme. Me olvidé de todo y de todos. Era paja estar entre tanta gente nueva (ya que, por si no lo recuerdas, toda la primaria le vimos la misma cara a la misma gente), los profesores, los 2 recreos (¡por Dios, cuando aparecieron dos recreos!). Conocí a algunas chicas lindas, muchas de las cuales (conforme avanzaban los años y les crecían algunas partes del cuerpo donde más adelante se posaría la mirada de varios de nosotros) perdieron esa inocente simpatía y la reemplazaron por una más provocativa.

************

Verte fue una sorpresa. Me agarraste (como siempre los has hecho) desprevenido, con la guardia baja y en el momento menos pensado.
No sé en que momento te hablé, y si lo hice, no sé que diantres te dije. Lo siguiente que recuerdo es que te abordé a la salida de un día de esos y te dije para estar. No recuerdo si reaccionaste despistada, pero me contestaste con ese asentimiento de cabeza tan tuyo, que me revolqué de felicidad mientras te ibas a tu casa sin despedirte de tu nuevo enamorado, quien –arrecho como estaba- no podía esperar a mañana.

Te busqué a la salida del día siguiente, nuestro primer día de aniversario. Fui a reclamar el beso que me debías y a exigirte que me lo des por porción doble. ¿Y que sucedió? Nada. Aquí hay otro punto que quisiera que me aclares. ¿Qué fue eso? Porque repentinamente nos dejamos de hablar casi 7 años, si no es más. Si nos ponemos técnicos, ¿quiere decir que aún estamos? Te agradecería que me lo cuentes mientras te invito un café. Anda, no seas mala. Nos lo debemos por los viejos tiempos. Por todos los tiempos en los que las circunstancias nos sentaron juntos.

Después de eso convivimos la secundaria como 2 perfectos extraños. Tú, por tu lado, recorriste las diferentes secciones de cada grado. Y yo, por el mío, me asenté como un hongo en un solo salón, en el salón más idiotizado y prejuicioso de todo el colegio. En el salón donde ver tanto chancón te pudría el cerebro, y donde todos asumían que sabías algo que tú no tenías ni la más diminuta idea de que existía.

Crecimos así. Yo fui tratando de asentar mi cabello a como diera lugar, de usar pantalones menos pacharacos y, de a pocos, iba descubriendo las pasiones que ahora me embargan por completo (me valgo de una de ellas aquí). Mientras tú, por lo poco que mis ojos capturaban cada vez que te veían, ibas desarrollándote como mujer. Te crecieron las caderas, las piernas, y por encima de todo, desarrollaste un (perdona la vulgaridad) par de glándulas mamarias tan impresionante que me dejaron boquiabierto la última vez que te vi y que las tuve tan cerca.

Los encuentros que tuvimos después de eso, fueron fugaces. Apenas un saludo de vez en cuando, a grosso modo. Comencé a oír rumores sobre ti, pastruladas que la gente comentaba muy secretamente. No me gusta andar juzgando a las personas. No quise creer que mi tan adorable S había empezado a viajar en boca de algunos. Incluso te pusieron un apodo atorrantísimo, Uno que se formaba tartamudeando la sílaba MA, y que nunca lo oirás saliendo de mi boca.

Así terminamos el colegio, yo di mi discursito en el María Angola, y punto final. Ni me acerqué a ti, ni nada. ¡No sabes cuánto hubiera dado por seguir hablándote o algo! Me traías recuerdos especiales. Tu siempre serías mi linda S, la que –recortada de una foto- reposaba tiernamente en uno de los recobijos de mi billetera. Perdóname si alguna vez malogré nuestro momento, perdóname si soy tonto al creer que algún día tuvimos uno.

¿Con qué fin te digo todo esto? No lo sé. Como te dije en un principio, el fin de semana pasado reapareciste en mi vida y no pude contener el revivir algunas de mis ilusiones de antaño. Adivinaste correctamente que estaba nervioso, me pusiste nervioso, exageradamente nervioso. Verte convertida en eso tan lindo que vi el sábado, me ofuscó la cordura. Eras más linda que hace 14 años. Eras más mujer también. Por ahí me dijeron que tenías enamorado y la esperanza (¿esperanza de qué?) me fue cerrando la puerta. No quiero lanzarme de un barranco y decirte que te amo y que siempre te he amado por que sería purita mentira demagógica.

Lo más preciso sería decir que me gustas, siempre me has gustado a lo largo de estos 14 años. Algunas veces con más intensidad y otras veces con un poco menos. No sé si espero algo de todo esto, tampoco estoy seguro si llegarás a leer hasta este acá, o te aburrirás y me mandarás al diablo. No sé si tienes enamorado, y no te voy a mentir y decirte que no me importa, pues es mentira ( aunque, siendo realista, tampoco espero que después de esto caigas rendida a mis pies y dejes al fulanito si es que existe. Sería el remedo de una novela de muy poco presupuesto). Me importa porque sé que en el fondo nosotros podríamos llegar a ser una buena pareja. No me preguntes como lo sé, simplemente creo que nuestro tiempo fue muy corto. Me hubiera gustado vivir más contigo.

No tomes a mal nada de esto, pero el sábado sentí cierta química que bien pudo ser mi imaginación. Si fue mi imaginación, pues gracias por tomarte la molestia de leer hasta este punto y sigamos conversando como lo hemos estado haciendo, no nos abandonemos otros 7 años, ahora que he vuelto a retomar la conversación contigo no quiero que se pierda. Y si es que tal química existió, y no fue mi imaginación, sería paja que me aceptes el café y nos pongamos a conversar, de repente sí somos compatibles, o de repente nos aburrimos (o te aburres) y ahí quedó la cosa.

En general, quiero tenerte cerca de la forma que sea, quiero decirte que ese abrazo que me diste el sábado de tomó (una vez más) por sorpresa y no pude apretujarte como hubiese querido, que en ningún momento de la noche te dije que me moría por besarte, y que estabas lindísima, espectacularmente provocativa. Que quise tomarte de las manos y decir algo bonito, algo inteligente, aunque sea darte un beso en la muñeca y lamentar su estado sancochado por la sopita de pollo con verduras de Ajinomen.

Me dio un enorme placer haberte escrito. Las horas que me tomó esta carta se me pasaron volando, empecé el lunes a la 1am y mientras escribo estas últimas frases, bordean las 8pm del martes.

Espero volver a verte pronto Ñaña mala. Tal vez para tomarnos ese café, o en todo caso para saber que andas bien, y de alguna manera tratar de que asientas con tu cabeza, tan bonito, como sólo tú lo sabes hacer.

14 años de besos.

[H]

Vuelvo a escribirte, viejo

Vuelvo a escribirte viejo. Una vez más.

Una vez más y un año menos. De fondo, oigo a nuestro Santana querido, ese que sólo tu y yo entendemos. Ese que siempre mejoró tu ánimo con el pasar de los años, y a mi me ofreció una celestial manera de entenderte.

Y nos entendimos pues.

Padre e hijo.

Recuerdo como hurgaba en la guantera de nuestro Hyundai 92' para buscar tus cigarrillos y romperlos cual justiciero pulmonar. Vano esfuerzo con un toque de ironía, ya que hace una semana compartimos música por horas fumándonos una cajetilla de Hamilton. Esos ratos, cuando nos convertimos en dos hombre tan simples y tan absortos por la música que nos envuelve son -en parte- lo mejor que me llevaré de esta vida viajera. Eso y lo que tú y mamá me han podido enseñar.

Para ser exactos: Te quiero viejo...toma estas tres palabras y llévatelas a donde vayas, tenlas guardadas y si es posible invéntale un canción y tararéala. Porque cada vez que parpadeo veo como las cosas a nuestro alrededor se tornan cada vez más frías, el mundo pierda la gracia y la gente ya no se dice nada, ni siquiera un "te quiero".

Yo te quiero, y te apuesto a que tu familia también.

Te miro ahora cuando duermes, y veo cuánto has hecho, cuánto has trabajado por tu familia y cuan grande es el pedazo de cielo al que irás, espero, no muy pronto...

Oye como va, nos dice, oye como van pasando los años. Cierra los ojos y escucha como avanzan los segundos, las horas; el tiempo. Empezaste en el 65' y mírate...

¿Ves?

¿Ves lo que yo veo?

¿Ves lo grandioso que es tu esfuerzo?

¿Ves que admiro el valor que tienes para arremeter contra la vida?.

Tú eres mi héroe papá, eres el de la súper velocidad para llegar a tus 2 trabajos, el de la súper fuerza para martillar y serruchar lo que sea necesario, el del súper ingenio para todas las cosas de la casa y el de la súper inteligencia para hacer tu vida como es. Aún te necesito Geli, siempre. Necesito que me enseñes a construir muchas otras cosas. Pero sobre todo, necesito echarme a tu lado y comprobar que estás conmigo; acurrucarme junto a ti, compartir la almohada donde se ha impregnado tu escencia...y oírte roncar.

[H]